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Creencias patriarcales que fomentan la negación de los abusos (1)

Creencia patriarcal: 1.Las relaciones sexuales sólo pueden tener lugar en una relación de pareja heterosexual y monogámica.

La Iglesia católica ha decretado durante muchos años que la sexualidad sólo sirve para la reproducción y únicamente se puede dar en una relación monogámica y heterosexual. Esto restringe la sexualidad a un determinado tipo de relación, y cualquier otra fuera de este marco se considera pecado y tiene que ser silenciada y ocultada. De hecho, hace tan solo unos pocos años que existe el divorcio en España, que no es condenado el adulterio y que se aceptan como normales las relaciones homosexuales en nuestras sociedades occidentales, y aún no en todas ellas.

La sociedad está dominada por «una […] moral que declara contra natura, aberrantes y perversas las modalidades del placer no encaminadas a la procreación […]», afirma José Luis Sampedro en ‘El amante lesbiano’ (1). De hecho, esta represión es tan inherente al ser humano que ni siquiera tenemos un nombre que defina y permita nombrar la opresión que se deriva de la creencia de que debemos mantener relaciones sexuales monógamas. En el artículo «Desmontant la cultura monogàmica», incluido en el libro En defensa d’Afrodita contra la cultura de la monogàmia, Na Pai asegura que es difícil tomar conciencia de una opresión que sufrimos si no tenemos un nombre para referirnos a ella. Así, ni el deseo ni el sexo tienen un lugar fuera de la monogamia, todo lo demás se lo cataloga como perversión. Y, desde mi forma de ver las cosas, la cultura patriarcal que impera y la represión que se ha ejercido sobre la sexualidad a lo largo de lo que consideramos historia de la humanidad, y justamente esta visión restrictiva de la misma, es lo que acaba fomentando más violencia sexual. Hay estudios (2) que muestran la estrecha relación que existe entre la negación del placer físico —y también de la cultura del afecto— con el incremento de la violencia sexual, así como el incremento de casos de violencia sexual que se registran cuando se prohíbe la pornografía. Es decir, para mí el origen de los abusos sexuales no puede desvincularse totalmente de las creencias patriarcales que niegan el derecho de las personas a una sexualidad abierta y libre, a una sexualidad que conlleve placer físico fuera del marco de la monogamia. Estoy completamente de acuerdo con la afirmación de Na Pai cuando dice: «Vivimos en una cultura que promueve los celos y la posesividad y una extrema dependencia económica y afectiva dentro de la pareja. Estos fenómenos, sin necesidad de llegar a lo físico, ya son violencia por sí solos y en pocas ocasiones se les pone freno. Así no nos tendría que extrañar que, a veces, esta violencia se descontrole» (3)

A menudo no se tiene en cuenta que el primer origen de la violencia es el hecho de reprimirse y controlarse para mantener a cualquier precio la exclusividad en la pareja y la entrega total a la misma, sacrificando el propio placer. Ni hablar del maltrato que se consiente al depender económicamente de la pareja, lo que hace muy difícil amarla: no siempre se puede amar a la persona de quien dependemos. También el espacio doméstico aislado en el que conviven las parejas es fuente de violencia porque no existe una tercera persona que cuestione el comportamiento de ambos y su forma de relación. Todo está permitido. La falta de comunidad en la que estamos inmersos —muy diferente a lo que ocurría antiguamente, cuando en un mismo espacio convivía mucha gente— y la soledad que acompaña a las parejas, las cuales han de resolver por sí solas sus problemas de convivencia, pueden contribuir a aumentar las discusiones y la violencia tanto hacia la pareja como hacia los niños y niñas de la misma. En conclusión, tal y como asegura y argumenta Na Pai: «La pareja monógama ofrece un marco ideal para el desarrollo de la violencia».

MIREIA DARDER

Extracto de mi libro LA SOCIEDAD DEL ABUSO. 12 testimonios de abusos sexuales. Editorial Rigden-Institut Gestalt.
Más información en: http://mireiadarder.com/libros/

(1) Sampedro, José Luis. El amante lesbiano. Barcelona: Plaza & Janés, 2000.

(2) Prescott, James W. «El placer corporal y el origen de la violencia». [En línea]. The Bulletin of the Atomic Scientists, noviembre de 1975, pp. 10-20. http://www.violence.de/prescott/bulletin/article-es.html [Consulta: 31 de octubre de 2018]

(3) Pai, Na. «Desmontant la cultura monogàmica». En defensa d’Afrodita contra la cultura de la monogàmia. Manresa: Tigre de Paper, 2012, p. 45.

 

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1 Comment

  • Nora Cristina Espeche Rodriguez
    Posted julio 19, 2020 at 2:11 am

    El origen…de todo esto…dificil…de explicar en pocas palabras,,,yo creo que parte de la falta de amor y confianza que tenemos …primero hacia nosotros mismos…y luego ese afan por tener la supremacia…sobre el otro..

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