Dicen los autores de “En el principio era el sexo”, Christopher Ryan y Cacilda Jethá, que “anterior a la guerra contra las guerras, la guerra contra el terrorismo o la guerra contra el cáncer es la guerra contra el deseo sexual. Una guerra que lleva más tiempo librándose que ninguna otra y cuyas víctimas se cuentan ya por miles de millones. A diferencia de las demás, esta una guerra que nunca podrá ganarse, ya que el enemigo es una fuerza de la naturaleza.”
Resulta paradójico que en nuestra sociedad, una sociedad orientada a la búsqueda de placer permanente y de felicidad, se haya desconectado tan peligrosamente de su energía sexual y del cuerpo en la que ésta reside. Se privilegia el esfuerzo hasta al agotamiento, con lo cual, la sexualidad queda relegada y se considera pecado -sobre todo- si no se enmarca dentro de unas determinadas reglas.
No obstante, tal como señalan los autores de “En el principio era el sexo” y el mismo Freud, somos seres sexuales y la sexualidad está presente en todo. La sexualidad es una energía tan potente que si se vive desvinculada de Dios nos puede arrastrar hacia un camino alejado de la espiritualidad y por ello más banal. Es un poco lo que nos está ocurriendo en la actualidad. Antes de que apareciera la cultura patriarcal se asociaba totalmente a lo trascendente y a lo espiritual. Ahora estamos en todo lo contrario.
La pornografía sigue moviendo más millones que todos los demás negocios, porque la sexualidad es algo inherente a todos nosotros. Por mucho que nos empeñemos en darle la espalda, lo mejor sería que la asumiéramos y la integráramos como algo necesario para nuestra subsistencia. Es una necesidad vital, como comer y beber. Desdeñar su potencia es iluso, a la vez que perjudicial. Contactar y reconocer la sexualidad es reconocer y contactar la vida misma. Necesitamos tocar y ser tocados y estar conectados con la parte más instintiva de nuestro cuerpo, algo que nuestro cultura niega continuamente, sobre todo, al recurrir incluso a la hora de establecer relaciones sexuales a internet y aplicaciones que nos alejan de lo real para dejarnos en lo virtual.
MIREIA DARDER
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