Gavdos – Ermita de Agios Paulos

Si bien el mar es lo más presente en Gavdos, ¡y qué mar! con solo volverle la espalda estamos ante otro mundo. Lo reducido de la isla no permite alturas notables, pero sí un interior de peñas y senderos jalonados por arbustos y pinos, subsistiendo en un suelo seco.

El camino a la ermita de Agios Paulos llega casi a confundir. El enclave donde se asienta la iglesuela asemeja un entorno montañoso. En verano, llegar hasta ahí, supone ser acompañados por el incesante chirrido de las cigarras y el canto de las bulliciosas cornejas, a la vez que sorprendidos por el sobrevuelo majestuoso de alguna rapaz.

Por el camino es fácil cruzarse con algún animal que huye, asustado por nuestra presencia. Me imagino que son muchos los días que la ermita no es visitada por nadie. Un derroche de belleza y solaz espiritual desaprovechado. Un lujo en el camino de cualquiera que por ahí pasare.

La ermita luce un blanco impoluto, que ilumina una arquitectura de una belleza simple y reconfortante. En el interior, al fondo detrás del altar, hay el cuartito de las escobas. Barrer el interior austero y sombreado de Agios Paulos, en medio del silencio estival y en plena soledad, constituye una experiencia de júbilo inenarrable.