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Creencias patriarcales que fomentan la negación de los abusos (6)

Creencia patriarcal: 6.Los hombres no pueden controlar sus instintos sexuales.

¿Cuántas veces hemos oído esta frase para justificar una violación? Junto con la no menos frecuente: «Fue ella quien le provocó»… O la pregunta en un juicio: «Pero ¿usted se resistió?». Esta creencia patriarcal justifica en cierta medida la absolución del abusador, así como su ocultación -incluso por la misma familia de la víctima-, que acaba culpabilizando a la persona abusada por haberse expuesto. Como se ha denunciado en el caso de «La Manada», se culpabiliza a la víctima por haberse recuperado «demasiado rápido» de la violación y volver a su vida normal, como si fuera ella la que tiene que justificarse cuando es la víctima. Así se busca minimizar el daño que la persona abusada ha padecido y, por tanto, la agresión de sus violadores.

Todo el sistema favorece la revictimización de la persona abusada al no dar crédito a su relato y exponiendo públicamente su intimidad. El Derecho parece amparar la «protección» que la sociedad patriarcal siempre acaba brindando al hombre y a quien ejerce el poder sobre el débil.

Existe todo un lenguaje que permite que esto ocurra, un lenguaje que lo justifica. Los calificativos como puta o marimacho reprimen las posibilidades de la mujer de mostrarse sexual, con fuerza y agresiva. Unas creencias que ayudan a eso, una educación que valida los hechos violentos y los maltratos y los tilda de normales. Si una mujer es violada, es porque ella lo provocó, es porque ella se lo buscó.

Si partimos de la idea de que las creencias también ayudan a que eso pase, se educa a las mujeres para que se culpen y a los hombres para culpar. Así, el hombre la acusará y la mujer, normalmente, aceptará la culpa. Se transforma el poder de la mujer, su capacidad para el placer se vuelve en su contra, se la acusa de ser la provocadora y se justifica así la violencia y el abuso hacia ella. Se la encorseta en un rol, se dice cómo tiene que comportarse —sumisa, dependiente, cuidadora— para que no pueda mostrar su fuerza y mirar de igual a igual al hombre.

En nuestra cultura, en una sociedad basada en el capitalismo y la competitividad —que cree natural y derivada de la evolución de las especies y propia de la adaptación al medio—, es más difícil contemplar la posibilidad de establecer la igualdad y el respeto mutuo en la mayoría de las relaciones. Si la jerarquía reina en la mayoría de casos, ¿por qué no lo haría en el seno de la familia y de la pareja?

MIREIA DARDER

Extracto de mi libro ‘La sociedad del abuso. 12 testimonios de abusos sexuales’ – Editorial Rigden-Institut Gestalt.
Más información en: http://mireiadarder.com/libros/

 

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