Todos somos bisexuales
23 de septiembre: Día de la visibilidad bisexual
Junto a Waal, otro autor relevante en este sentido es el biólogo Ambrosio García Leal, autor de La conjura de los machos, quien nos lleva a plantearnos, tal y como ya había afirmado Kinsey en su estudio, que la bisexualidad es algo natural. En la mayoría de las especies animales, las características físicas de un sexo están también presentes en el otro. Desde la perspectiva de la etología comparada, no hay una separación radical en el comportamiento de ambos sexos y son más habituales las diferencias de grado que las conductas exclusivamente femeninas y masculinas.
Por eso no debe extrañarnos que un macho reaccione a los avances sexuales de otro macho adoptando la postura femenina de aceptación de la cópula o que una hembra intente montar a otra hembra. [1]
Pero la bisexualidad solo es problemática si uno se aferra al principio sexista de incompatibilidad entre las sexualidades femenina y masculina. No es raro que los machos hagan suyo un rasgo propiamente femenino y viceversa.
Es obvio, como se está viendo en la evolución del sistema familiar actual, que los varones tienen cierto instinto maternal. Por tanto, si se admite que la sexualidad masculina o femenina puede incluir elementos de la contraria, entonces nada impide, como ocurre en el caso de los bonobos, que la bisexualidad sea la condición normal de ambos sexos:
Cuando la homosexualidad es un ingrediente normal de la sexualidad femenina o masculina de una especie, nunca se restringe a una subpoblación, sino que todos los individuos son bisexuales en mayor o menor grado, y su actividad homosexual depende más de factores sociales que de diferencias individuales en la vena homosexual innata. [2]
En el mundo animal los individuos tendrán comportamientos homosexuales en mayor o menor grado, pero siempre se asegurará la procreación con las prácticas heterosexuales.
El siempre querido José Luis Sampedro apostaba, en su novela El amante lesbiano, por el hecho de que nuestras creencias son las que limitan nuestras prácticas sexuales. La sociedad está dominada, según el autor, por una moral contraria al placer no destinado a la reproducción. Denuncia el hecho de que la psiquiatría tradicional considere perversión aquello que no está dentro de lo establecido, y que haya transformado los pecados en trastorno. También hace referencia a la influencia de la religión en la sexualidad:
Ahora nuestra sociedad está dominada por una mitología religiosa cuyos libros, declarados sagrados e infalibles, imponen una moral enemiga del placer carnal y tan antinatural que valora la castidad como más perfecta que el sexo dado a los humanos por su creador. Una moral que declara contra natura, aberrantes y perversas, las modalidades del placer no encaminadas a la procreación, aunque esas variantes sean espontáneas manifestaciones de la vida. No detallo más porque todo esto tú ya lo conoces. [3]
El autor analiza en esta obra las posibilidades de la sexualidad humana desde cuatro niveles diferentes y consecutivos.
El primero es la evidencia anatómica: nacemos con unos genitales de hombre o de mujer.
El segundo, el nivel psicológico, que supone que, sean cuales sean nuestros genitales, podemos sentirnos indistintamente hombre o mujer.
El tercero, el relacional, pues con independencia de los dos niveles anteriores, podemos preferir relacionarnos sexualmente con hombres o con mujeres.
El cuarto nivel, el comportamental, ya que el autor entiende el sexo como un comportamiento frente al poder, de ahí distingue dos grandes posibilidades: un comportamiento dominante y uno dominado, ya sea del sujeto de poder o del objeto de poder, respectivamente.
De ahí nacen dieciséis líneas puras, como diferentes opciones básicas de vivir la sexualidad propia. Sampedro confiesa que esto no es más que una reducción, ya que la realidad es mucho más compleja, puesto que en todos los niveles excepto el primero caben elecciones ambivalentes. Así, por ejemplo, en el nivel relacional se puede optar por la bisexualidad y nos alejamos ya del modelo simple de dieciséis líneas.
El protagonista de El amante lesbiano encarna una de esas líneas, una poco habitual, pero no por ello distinta a las demás. El protagonista está dotado de genitales masculinos, se siente mujer y prefiere relacionarse con mujeres desde una perspectiva de dominado.
Frente a las dieciséis variantes finales, el modelo oficial solo tolera la castidad o la dominación del varón y la sumisión de la hembra en la pareja heterosexual. Los demás experimentos de la Vida se ven forzados a adaptarse, fingir, frustrarse o sufrir las etiquetas de «pecadores» o «pervertidos», con todas las consecuencias. Como escribió Jean Lorrain, «llaman vicio al placer que la sociedad no admite».
[1] García Leal, Ambrosio. La conjura de los machos. Barcelona: Tusquets, 2005, p. 229.
[2] Ídem.
[3] Sampedro, José Luis. El amante lesbiano. Barcelona: Plaza & Janés, 2000.
Este texto forma parte del capítulo V de mi libro ‘Nacidas para el placer. Instinto y sexualidad en la mujer’ – Ed. Rigden Institud Gestalt.
Puedes ver mis libro en este enlace: http://mireiadarder.com/libros/
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1 Comment
ROLANDO SALAS CABRERA
Leeré el libro de Mireia Daider pues este es un tema que me interesa, tanto a nivel personal, como al nivel de una nueva forma de concebir al ser humano. Hace un tiempo descubrí la aún poco divulgada teoría Queer, que dice que la sexualidad no es es un producto sociocultural, y en ningun caso algo natural.